Revista de creación artística y literaria

29 de septiembre de 2008

JESÚS FERNÁNDEZ


THIS CLOAK FULL OF MISERY AND MUD

Tú que piensas esto o lo otro
Tú que tienes un precioso sombrero
Tú que hueles las seminales auras de
Jóvenes poetas sexys
A ti nunca te ha cubierto
Este abrigo lleno de miseria y barro.
Tú, que nunca marcharás con los
Doce apóstoles de la santa codicia
Tú que tienes un pantalón para cada día de la semana
Tú que nunca has odiado a la humanidad
Tú que piensas que el amor es algo sencillo
Nunca has sido cubierto por
Este abrigo de miseria y barro.
Tú que ni sabes el precio de un beso
Tú que ondeas la cruz y la moneda
Ni hambriento ni sediento
Tú con dientes blancos como la leche
Tú que nunca has tenido un arma
Nunca te ha cubierto
Esta abrigo de miseria y barro
Asi que no leas versos venenosos ni revistas para adultos
Mantén tu sexo inmaculado
Vosotros que nunca pensabais en la Muerte
Que nunca visitasteis un hospital
Vosotros que pensabais que el amor era algo sencillo
A vosotros nunca os cubrió
Este abrigo de miseria y barro.

26 de septiembre de 2008

JENNIFER THORNDIKE




POLVO



“Será que la necedad parió conmigo la necedad de lo que hoy resulta necio la necedad de asumir al enemigo la necedad de vivir sin tener precio” “El necio” – Silvio Rodríguez


Me di cuenta de que algo había cambiado en ti porque ese día caminé descalza desde la puerta de la casa hasta el sillón y sentí las plantas de mis pies ásperas. Me senté, y al levantarlas, noté que estaban grises. Nunca habías dejado que se acumulara ni la más delgada película de polvo en mis muebles, en mis adornos y menos en mi piso de parquet. Entonces sentí un escalofrío. Seguro habías decidido ignorar aquellas imposiciones patriarcales que te obligué a aprender y cumplir a cambio de un plato de comida y una cama caliente: limpiar, cocinar, hacer la compra, lavar la ropa, no tocar mis libros, no prender el televisor a menos que fuera para ver programas que no te hicieran razonar demasiado, pedir permiso para salir, hablar, pensar, callarte cuando hablo, callarte si no te hablo, salir acompañada, llegar a la hora exacta, arrodillarte como una perra y abrir las piernas cada vez que yo lo quisiera. Así me querías porque no tenías a nadie y tu necesidad era más grande que tu orgullo, ¿verdad? Siempre fue así, no lo dudo.

El día que te encontré, llevaba una fotografía de ella cuando era joven. Ella. Dicen que me parezco a ella, que heredé sus ojos. Y sus ojos me miraron desde esa fotografía que me sirvió de referente. Tenía que hallarla entre esas caras renegridas, esos cuerpos famélicos, esos pies sucios. Entonces te vi, fumabas con desesperación. Pasta, seguro. Seguro tenías hambre. Al verme estacionar el auto a tu lado, sonreíste con esa misma expresión adolorida que ella presentaba en esa foto que en ese momento arrugué entre mis manos. Además tenías las mejillas hundidas y esas piernas largas como postes de luz que me hicieron recordar todas las veces que ella se iba a trabajar vestida con minifalda y tacones y llevaba una maleta. Yo me reía a carcajadas porque sabía que no regresaría en varios días. Así era ella, no aceptaba tratos de una noche. Mínimo cinco días, mi amor, y estoy en dos horas donde quieras. Cuán feliz era yo en esos momentos, tan feliz como cuando bajé del auto, te tomé por la muñeca y te prometí todo cuanto pude prometer para que vinieras conmigo. Y en ese restaurante al que te llevé, atragantándote con un arroz chaufa, aceptaste para no volver a ese callejón que olía a mierda y para tener lo que nunca habías tenido, pero no para que yo hiciera contigo lo que no pude hacer con ella. ¿Por qué, qué he hecho mal?, preguntabas cada que terminabas sangrando, o tan cansada que no podías ni abrir los ojos. Porque ella también lo hizo conmigo y peor, peor… mejor huérfana, mejor huérfana, mejor huérfana, repetía como un mantra y luego te daba una bofetada en la boca para callarte y reírme a carcajadas cuando tus labios se teñían de rojo. Qué estúpida eras, qué tonta.
Pero sé que has cambiado, sé que algo tramas y te admiro porque yo hace tiempo hice lo mismo. ¿Y por qué conmigo? La venganza no era contra mí, preguntaste cuando te lo conté. Ella se largó cuando se dio cuenta que algo había cambiado en mí, se fue con la maleta, con los tacones, con la minifalda, cinco días, cinco nada más, cinco días y todo terminaría o comenzaría, pero no, no. Qué estúpida eres, qué tonta, me dijo y cerró la puerta sonriendo y tú te callas y cumples con tu papel, hija de puta, ¡no me vuelvas a preguntar por de ella! Ese día me miraste por primera vez con odio y probablemente, despertaste del letargo. Ahora te temo porque sé que me harás pagar por cada golpe, por cada marca, por cada violación, por cada plato lavado, por cada botón que has cosido, por cada noche que te la pasaste despierta por miedo a amanecer muerta. Mejor huérfana, dirás y yo sonreiré. Entonces no me voy, te espero, linda, te espero tanto como te quiero y como te admiro. Te espero fumando y con los pies sucios, tal y como te encontré.

24 de septiembre de 2008

ZULMA ZUBILLAGA




PALABRA EN LA PENUMBRA


“De lámpara a lámpara, de día a muerte,
con plegarias de raíces que se desprenden...”

Enrique Molina



de no saber en cuánto polvo o fuego

se desprende el alma

así tendida o desatada en brazos finos

como leve en aleteos

- palabra dividida en la penumbra -

resisto este silencio

de buscar hollar sentir

la carne tan ajena separada

en pozos de algo o alguien que levita

encima de la luz

o bajo de ella

cuando alarga ofrece su perfume

el tiempo

o quiebra el cuello de la muerte

como un rito:

no nací en la mecedora del amor

pero tus ojos tan helados

vientos perfumaron el vientre

que se apaga o muere en agua seca

del nacer apenas en un pujo

porque si camino en

salves de inocencia

o pruebas de la sal en perdigones tristes

en huesos que resisten

a pesar de todo

oh celo del regazo en oro de lo oscuro –

vaya en contrición

la pena que desnuda

el centro de lo suave

en esta carne invicta rota

en espejismos

echada para el lado de lo oscuro

cerrada para el lado de lo simple

entre ángeles cansados

y poesía

22 de septiembre de 2008

TERESA RUBIRA


SOBRE PIEL DE MUJER

Sobre piel de mujer escriben los silencios.

Sobre piel de mujer siembran los campos
donde trillada mies se hace sendero
de espigas derramadas.

Sobre piel de mujer, paren las rosas
en espinado abrazo.

Sobre piel de mujer , el universo,
llanto mar de gaviota que reclina
su vuelo regresada.

Sobre piel de mujer, cruces sin clavos,
un río grande, ahogado de palabras.
Arrebatados besos, traiciones escondidas
con marcas
y marcadas.

Pero sólo...

sobre piel de mujer, crecen las hojas
de múltiple y serena enredadera
alzada
hasta llenar los vacíos y las nadas .

Incunable de páginas doradas
como manos abiertas,
donde brotan cuajados los renglones
de venosa tinta amapolada.

Sobre piel de mujer enamorada,
tanto fuego de amar, en la manera,
tanta locura suelta, tanto abrazo,
tanta piel de manos tan envuelta.

Sobre piel de mujer, altivo techo
de trabajo y jornada,
arado pie desnudo, mano azada
escarbando negruras,
sudores de barbecho,
o por lejanas cuencas , rescatando miradas.

Sobre piel de mujer verduga de penumbras,
vestidora de ausencias,
infinitas paciencias,
iluminadas noches enveladas.

Enternecidos sueños
y hermosas alboradas...

Sobre piel de mujer, completa, amanecida,
se hizo blanca la paz , y sus montañas,
de cumbres sin medida,
Sobre piel de mujer, sobre piel de mujer ... ¡rueda la vida!.

16 de septiembre de 2008

ARADHEL


LAS HOJAS CAEN DORADAS...

Caen las hojas doradas,
rendidas al tiempo,
caen suavemente
sin perturbar el aire,
sin un lamento.
Cubren la tierra aterida,
ocultando su desnudez,
prestando al bosque un abrigo,
protegiéndole del frío invierno...
Caen las palabras en oídos atentos,
susurrando en el silencio,
caen suavemente,
a veces un leve suspiro,
una vibración en el tiempo.
Cubren el alma aterida,
ocultando su desnudez,
prestando un calido abrigo,
protegiéndole de su desconcierto...

Texto e imagen: ARADHEL

www.nubaredicion.blogspot.com

9 de septiembre de 2008

AITOR MARIN CORRECHER


AYER, MAÑANA, AHORA.

Ahora que la distancia
son centímetros y segundos,
y que han sido años y calles,
nos buscamos las miradas entre haces de luz.
Y filtrados por los cristales del olvido
tus ojos me arañan el pecho,
me zarandean el alma
que tuve en algún tiempo viejo,
de horas que pasaban como trenes
de plomo y madrugada.
Y es lejano
el vaho resacoso de nuestras bocas,
el olor a incendio
en el verano de nuestras pieles,
tan desconocidas ya,
que no se rozan y arden sábanas,
que no se humedecen y resbalan
una en otra
en ritual.


Mis ojos registran los tuyos
y en un rincón,
el más negro y profundo
de tu abismal pupila,
me encuentro abrazando el recuerdo
vaporoso de tu cuerpo.
Me hablas con voz de hielo
y la luz quemada de tu rostro
tirita y desaparece
junto a mi adiós de ceniza.

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