Revista de creación artística y literaria

6 de mayo de 2007

PABLO PANIAGUA


HISTORIAS SOBRE LA EXISTENCIA


1

Me gustaría saber algo de ella, pero todavía no la conozco. Supongo que esa inquietud tendrá sentido cuando llegue el momento de la noticia de su existencia. Ahora, mientras tanto, sólo puedo pensar en la posibilidad de ese hecho para formularme tal pregunta… Espero que, cuando tenga la respuesta, sea lo que me gustaría saber de ella.


2

Él me dijo que no había escuchado su nombre; y le creo porque su nombre es impronunciable, tanto que no existe. En esa nada nominal trato de encontrar los sonidos que luego se articularán en lo que ya será un nombre pronunciable, existente, que se podrá oír, para luego ser pronunciado y así responder sobre si escucharon de un nombre del que ahora nada se sabe.


3

No veo nada entre esta neblina, sólo el vaho que sale por mi boca y que al hablar se funde con ella. Llevo mucho tiempo de pie, en este sitio, hablando sin parar durante siglos, y pienso, ahora, que quizá la provoqué con el hálito de mis palabras que se llevan tanto tiempo preguntando sobre su origen. Más allá no sé si habrá alguna otra existencia, tras este espesor que en las noches se torna de un gris oscuro, por lo que deduzco que hay un sol que crea el día en este planeta esférico que gira sobre su eje (ya sea de manera vertical, horizontal u oblicua); aunque ese movimiento giratorio sólo afecta en los diferentes matices lumínicos de la neblina, según gana el día a la noche o viceversa. Puedo asegurar que mi extenso monólogo de siglos ha sido sobre a ella, pues nada más tengo ante mis ojos que una mancha, a veces fluctuante, que lo abarca todo. Ya no sé si en un principio habría algo más, pues de aquel tiempo ya no me acuerdo, y esa es la razón por la que ando aquí parado preguntándome sobre el origen de esta neblina desconcertante, lo que es, sin duda, una imperdonable falta de memoria.


4

Acabo de nacer a este mundo y salí por un túnel de carne para ver la luz. Oí los gritos de dolor de mi madre cuando dos manos agarraron mi cabeza. No sé si estos pensamientos serán reales porque yo, ahora, tan sólo estoy recién nacido y soy tan pequeño que no puedo pensar ni hablar, y mucho menos escribir, por lo que no creo que sea yo el que esté escribiendo estas palabras, sino alguien que me suplanta. ¡Oye tú! ¡Ya está bien! ¡Deja de escribir en mi nombre! ¡Deja que crezca para expresarme por mí mismo y contar esta historia! Aunque, tal vez, esté equivocado y no recuerde todo el transcurso de tiempo desde que vi la luz por primera vez hasta ahora que escribo sobre ello.


5

¡Cuánto podría saber! Pero, como decía el filósofo: “Lo único que sé es que no sé nada”. Esto, quizá, lo decía por lo poco que sabemos en relación a una totalidad de conocimientos universales o porque somos unos ignorantes respecto a los misterios de la existencia, más cuando ese ser malvado, que llaman Dios, hizo un mundo como éste, donde la mayoría de las personas vienen a sufrir y todas a morir, donde los hombres, hechos a su imagen y semejanza, se matan entre ellos. ¡Menudo mundo creaste! ¿Ésta es tu gran obra? Sin duda embarraste este planeta con tu propia mierda, lo que me lleva a pensar que tú, Dios de los humanos, eres el mismo diablo.

Si dejas que un planeta entero haga la guerra en tu nombre, tú no eres Dios. Amor se llama el que yo quiero, el que hace que las personas nos miremos a los ojos sin rencores. El mío es mucho mejor tú, y por Él no derraman tanta sangre ni se enfrentan las naciones.

La Humanidad entera se echa al fracaso por tu culpa. ¿Estás satisfecho?


6

Cuando pienso en esta vida tan absurda, Dios se me asemeja a un fontanero o albañil chapuza, en este edificio que llamamos mundo que está siempre a punto de derrumbarse y por donde gotean todas las cañerías. ¡Escúchame Dios, a ti te hablo, no te hagas el tonto, ni te des la vuelta ni te escondas! ¡Sal ya y da la cara! ¡Ya está bien de que todos paguemos por tus errores, por tu mal hacer en este mundo infame que dices nos regalaste, por este cuerpo prestado para sortear un sin fin de calamidades! Me parece indigno este regalo que nos ofreces, siempre con condiciones interesadas y promesas sin garantía. Eres un especulador de la nada, que maneja el sufrimiento de las personas como moneda de pago. ¡Qué puedo pensar de ti, albañil chapuza, cuando veo sufrir a tanta gente! Nos pides que lo hagamos bien cuando tú no lo supiste hacer, que tapemos todas las goteras del edificio, cuando esas goteras somos nosotros mismos. Así es el gran tamaño de tu fracaso, que es el mismo hombre y la imagen que crearon de ti.



Derechos Reservados: Pablo Paniagua
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Imagen de fractales.free.fr

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