Revista de creación artística y literaria

17 de julio de 2009

PEDRO LUIS IBÁÑEZ LÉRIDA



UNGIDA LA LENGUA, COMO EL CORCHO



Ungida la legua como el corcho,
embotada la sensibilidad;
Nada espero. De mí, la palabra se deshace
para que su pérdida no tenga rastro;
se diluye en la eternidad errabunda,
muere, en mí mismo, sin deseos.

Mi testamento es de espesa sustancia;
la que el corazón segrega, la que no flota
y se hunde en el fondo.


16 de julio de 2009

INMA PUENTE

DIES IRAE



.
.
Yo,
creadora del más perfecto
de los monstruos,
no logro apartarme
de tu costado.
.
.
Mas cuando el ojo del sollozo
parece adormecido,
surge la terrible consecuencia
de un amor inconcluso.
.
.
Y por encima del silencio
de mi propio corazón
detenido,
este cuerpo
eleva un cántico
pronunciando tu nombre.
.
¿Cómo calmo la herida?
¿Cómo templo ésta furia?
.
.
¡ Dies Irae !
¡ Dies Irae !
.
Ni un solo día sin pasado.
Ni un solo día sin ira.
.
.
Porque aún sigo deseando
un beso nacido,
de la inhóspita
curvatura
de tu boca.
.
.
.


CARLES BATALLA


REPASO UTÓPICO

Izo
Rizo
Erizo
tu pelo.

Amo
Lamo
Clamo
Reclamo
tus pechos.

Abro
Calibro
Labro
y celebro
tu sexo.

Curo y procuro por tus pies.

Tiento
Ostento
Sustento
tu cuerpo.


JUAN DAVID OCHOA AGUIRRE

MONÓLOGO DE UN FANFARRÓN


Y si aceptamos,
colega del letargo y de la fiebre,
que este insulso impulso
por el tiempo y por el mundo
nos condujo a esta marea
nauseabunda sobre ritos,
sobre horarios,
sobre símbolos inútiles.
Si afirmamos que este fuego
de las mentes es el fuego
del dolor en eufemismo
y que el alivio para el limite de este terror
es el incendio en esta prosa
y un alarido en los violines.
si concluimos aquí esta aciaga
tarea de morirnos sin la carne,
colega del letargo y de la fiebre,
entonces lograremos ser la niebla entre los pinos,
el humo del cigarro,
y hemos de cuidarnos de volver a la palabra



JANITZIO VILLAMAR


MIEDO, COMPLEMENTO DE LA VIDA


A veces Platón se encapricha y me conmueve.
Quisiera arrojarlo a lo lejos,
al precipicio de la desmemoria,
a la insondable cuna de la civilización.

Platón hablaba de temer,
mas no sé qué cuernos decía el tal Platón
del miedo y sus llamas cautivantes.

Del miedo yo no digo nada.
prefiero cavar sobre su espalda
y aniquilarlo sin que en cuenta caiga.

Lo llevo a mi lado, ni modo;
cargo con sus restos en la alforja.
Su cuerpo siempre apesta,
siempre apesta.
A veces me lo como y ya no apesta, pero mi estómago protesta
y el miedo regresa a la alforja.
A veces lo encierro bajo llave,
pero queda la cerradura desprotegida
y misteriosamente por la ranura se desliza.

El miedo es complemento de la vida.

Tengo miedo a cada paso,
mas pretendo que es condecoración y título nobiliario:
helo aquí de áureo color teñido.

El miedo, el temible miedo que a Ares protegía:
a su lado, sus escuderos se deleitan y a la guerra con él acuden:
Fobos, Deimos, el corazón se encoge.

Tengo miedo, no lo dudo.
¿Quieres temblar a mi lado y soportar la crudeza de mis miedos,
quieres que tus miedos se derramen sobre mi almohada?

Ven, temamos juntos.

FRANCISCO MUÑOZ SOLER


RESTAURACIÓN



En la altiplanicie de mis momentos
quiero emular al bíblico Lot
aunque no sea una Gomorra de lamentos
mis días forzosamente ya ausentados por el tiempo,
sembrar luz en los huecos de mi breve espacio.
Traspasar sombras abortándolas de mis fondos,
y que decisiones nuevas formen muros
de surcos indelebles de auroras propias
argamasa de derribos, pérdidas y experiencias,
cereal que guíe las luces de mi vida.
Vivir sin eclipses la armonía de mi fragilidad
en la incertidumbre de mis dudas y certezas,
expandirme en un horizonte complejo y abierto
a inevitables vientos de valioso fermento
ser, ser ahora doblegando el desaliento.

MÓNICA LÓPEZ BORDÓN


ODA A LA MIRADA

Nace del amor la mirada profunda,
se reconoce su caminar de pétalo abierto,
las formas que resurgen en las pupilas cristalinas
de la mujer que vive, del hombre que ama,
del mundo que gira viviendo
a su manera
en la ávida belleza de los vientos del norte.

Nace tu belleza grandiosa
en la plenitud del amanecer,
sin tiempo,
rompiendo los hechizos de tus ojos de odalisca
tendidos en la telaraña de mirada y voz,
de un paisaje imprevisto en la comisura de tu labio.

Como los otros, caminas sonámbula
en las palabras vacías de una noche de invierno
y en tus manos quedó una bandada de pájaros,
un trozo de papel,
un vuelo
y el espejo del tiempo abriendo tu boca de seda.

Descubres la desnudez del sueño, el goce,
y todo se confunde, mirada, en el viaje,
el verdadero viaje de tres colores, de luna blanca,
escritos sobre el cielo de París.

En tu ocaso empujamos vertiginosamente tu huella,
tu temblor cae sobre la vida,
cae tu mirada y se la lleva.
Viva. Viva y desvelada.
De todos y de nadie.




www.monicalopezbordon.com

http://vivirparacontarlaconpoesia.blogspot.com

http://lacomunidad.elpais.com/monicalopezbordon

EMILIO PICÓN


PLAYAS DE INVIERNO

Porque la orilla es el origen del horizonte,

porque las huellas sobre el mar no forjan destinos,

porque siento en el pecho el imán de las gaviotas.

Por esto

y porque no miro a las nubes

como espectadoras de mi vida,

las azules mañanas claras de la costa que soy

tienen presente el pasado

- ola que, incesantemente, muere a mis pies -

para no caer en un futuro

- horizonte que invita a vivir contra corriente -

atenazado entre zarpas optimistas,

esperanzas nocturnas,

vanidades ebrias,

o amores mal soñados.

¿Por qué nacen vírgenes las noches

para ser jodidas por la soledad,

rotas las manos insomnes

por no agarrar el verbo amar?

Por no herir,

propósito digno de quien se sabe herido.

Por claudicar

ante el silencio, la quietud y la tristeza.

Por ser y vivir

como una línea paralela

que, a través de la oscuridad,

sabe de la sed tragicómica

que padecen las páginas en blanco.

Porque la orilla es el origen del horizonte.

Porque las playas de invierno pernoctan enjauladas.

Por esto

y porque la deflagración estaba prevista

por el calor que me respira,

antes de morir en esta opaca veracidad

quisiera arder con la sangre que no he vertido,

quisiera alzar el muñón de mi alma

y sudar libre como una tierra abandonada.

Antes de morir quisiera ser tan hiriente como tú,

mundano y sencillo en tu felicidad de postal:

ver desde afuera, un instante, el brillo de la jaula

y exigir la piedad que duerme en cada barrote.


PURI NOVELLA


CARNE VIVA



Me dejé la piel.

No eran las cinco en punto de la tarde,

ni siquiera recuerdo la fecha precisa,

pero sé que la lluvia me dolía

y el viento trazaba heridas fugaces

sobre mis hombros decaídos.

Supe que me había quedado sin piel

cuando ví como me miraba,

con la pena de los atardeceres rotos,

rescoldos de amor viejo

y los bolsillos vacíos.

La peor limosna

es una caricia marchita.

“Vete por dónde has venido”,

quiso decirme aunque no pudo,

“me siento incómodo”.

Yo buscaba, aterida,

la sombra aún caliente de lo que fuimos,

pero los cadáveres se descomponen rápido

queriendo convertirse en ausencia,

trampa de un recuerdo magnificado

donde el dolor se torna poesía.

Me dejé la piel,

pero no fue suficiente.

Nunca lo es.

Cuando nos vemos,

todavía la lluvia huele a playa desierta,

y me duele.


CARLOS FRÜBECK MORENO









EL PROBLEMA DE LOS MATERIALES

Mientras se derretía, la estatua de hielo me dijo que ellas no morían nunca porque se transformaban en agua purísima que fluía en los arroyos de montaña y que, al llegar al valle, pronunciaba palabras de amor mientras pasaba bajo los puentes de piedra y así provocaba olas de suicidios entre los adolescentes que las escuchaban en esos días inquietos en que las amapolas se empiezan a abrir en los trigales y las llamadas de teléfono de madrugada son sólo una excusa para seguir viviendo. Recordé con nostalgia mi juventud, aquellas tardes de verano en que esculpía bestias mitológicas sobre la arena, a la orilla del mar.

FRANCISCO BARRANCO COBO

ESTRELLA FUGAZ Y CRÁTER





Nunca te he poseído

Aun debajo de estas nítidas sabanas

Donde el rumor han sido páginas

De exhausto hervor o de lágrimas indecisas,

Lejos de ser predador

En la sabana te juzgaba

Por los callados deslices

De tus labios los que paseaban

Por los puentes de tus piernas,



Nunca te poseía,

Y mis manos se deslizaban

Por los cràteres precisos de tu llanura

Pequeños altozanos donde situaba

Mi carjac al este de su sombra,

Observando cómo la gacela

Rumía cerca de un pequeño lago,



Nunca te poseía

Porque nunca fuiste ni cristal

Ni tallada roca para mostrar

En las vidrieras de cualquier museo.



Por eso en la maravilla de tu lecho

Simplemente te observaba

Como un cazador que no quiere herir

A su presa, te contemplaba como

Si fueras una estrella fugaz

Que cansada de viajar busca un lugar

Para dejarse caer y dormir a la intemperie.

JUAN VALLE



TUS LAPICEROS


Hacen falta trescientas manos para rellenar este crucigrama,

para ver si encuentro alguna frase de Jacinto Benavente,

una foto de George Harrison y

un órgano que perdiste en Bruselas.

Tus manos eran casillas,

donde encontraba letras diarias,

algunas que no he podido descifrar hasta hoy,

porque me arrancabas la tinta de las paredes,

de las fotos antiguas

y de tu espalda

en ese horizonte de esos que abundan en Carmen de la Legua.

PATRICIA NÚNEZ MENÉNDEZ


AVE NOCTURNA.

I.

Fue concebida sobre la duda de un horizonte de sucesos.
Salpicada de frío antiguo.

II.

Habitualmente,
descansa sobre la horizontal descolgada de la noche.

III.

Ya después,
comprendió que estaba atado a la espesura del dolor.

REBECA MARTÍN GIL


LA VECINA DEL QUINTO B

La vecina del Quinto B se ha arrancado los ojos,
asegurando que quería verse con los de su amado.
Joven loca que se quedó para vestir santos...
ya no sucumbirá a la tentación del espejo.

No más imágenes, lucha iconoclasta.
Se arrodilla frente a la ventana
y acaricia con sus dedos
lo que alguien llamó en su día esmeraldas.

MARIA JOSE MURES


PRINCIPIO SIN ARQUÍMEDES


Dame una palabra
de apoyo y moveré la Tierra.
Dame ADN
y que se caiga el mundo.
Dame el rincón
donde tus piernas
apuntalan la noche.

ROCIO TABERNER MONTBLANC

SANDRO

Cuando nació le consideraron inútil. Prestigioso fruto de una violación.
Su educación se basaba en recibir una dosis importante de daños psicológicos y físicos.
Miraba por las noches la ventana pensando que algún día saltaría por ella para caminar libre.
Lloraba en silencio y comía todo tipo de dípteros. Pasaba días enteros sin lavarse y casi sin
comer. El olvido era su nombre.
Un día, como uno cualquiera, decidió morder los troncos de los árboles como los elefantes.
Pensaba que si ellos lo hacían con sus enormes dientes él podría hacerlo.
Acabó en el hospital por un desgarre dental. Se quedó sin incisivos y con el labio superior
partido como una naranja abierta por la mitad.
Cumplió los 16, y le llamaban Sandro. Una noche le concedieron el exilio. Estrenó vaqueros y
los combinó con una camiseta roída en la que ponía en grandes letras rojas: “affitarse anque
domani”
Lucía una espléndida sonrisa partida y un leve vello pubertino cubría su marcada barbilla.
Aquella noche, no caminó libre, pero se sentía como tal. Cometió su primer asesinato y su
primera borrachera.
Las letras de su singular camiseta dejaron de tener un significado. Las manchas de sangre
añadieron más decorado.
Su expresión incoherente continuaba definiendo a un adolescente con una mente negra.
Nadie sospechaba, los gatos no llaman la atención. Hacía frío y llegaba tarde, sabía, que le
esperaba una paliza, entonces desvió el camino a casa.
No tenía porqué, ser esclavo de ser humano. Pero era menor de edad, con una madre inválida
y un padre taxidermista.
Hijo único y no deseado, el cariño fue demostrado desde su existencia a base de una doctrina
muy eficaz para crear un monstruo voraz, el cual no conocía límites.
Aprendió la técnica fundamental para poder disecar todo aquello que tuviera vida. Ese fué su
sello.
Pasó dos días durmiendo entre la maleza de las cunetas. Nadie lo reclamaba y se dió cuenta el
favor que hizo a la humanidad con su desaparición.
Pensó que debía volver a casa y acabar algo pendiente. Sería conveniente robar el equipo de
su padre, se preguntaba si podría ganarse la vida disecando... No sé
La cuestión es que volvió y recibió una paliza, tal como el había pronosticado. Lentamente se
limpió la sangre de las comisuras de la boca, fue al baño, se contempló y miró a su derecha.
Su madre yacía cara a la ventana inmóvil, sorda y ciega. Se acercó a ella, esperando, siempre
esperando, un consuelo materno. Lo único que recibió fue un giro de cara, despreciando a la
criatura que había extraído de sus entrañas involuntariamente.
Un leve giro rápido de cuello acabó con el sufrimiento de su madre. Bajó al taller, se escondió y
esperó a su padre.
El padre, no bajaba, pasaron las horas y se quedó dormido debajo de la mesa entre un amasijo
de trapos sucios. Estaba rendido, exhausto.
Un leve balanceo le despertó, era su padre. Rápidamente se reincorporó, esperando lo peor,
observaba con los párpados bien abiertos a su progenitor, mientras éste le miraba con los ojos
empapados.
Balanceaba su cráneo sin cesar, aturdido, por lo que vió hace unos minutos. Su madre muerta.
El padre, lo cogió suavemente del hombro, lo empujó hacia las escaleras y en silencio, se
detuvo, agachó su cabeza adolescente y le susurró al oído:
- Debo matarte papá.
Acto seguido, desenfundó de debajo de su camisa ensangrentada, un punzón, el cual introdujo
en la sien de su padre, sin que éste siquiera pudiera reaccionar.
Ahí lo dejó aullando de dolor, mientras agonizaba lentamente. Subió rápidamente las
escaleras, observó por última vez la imagen de su padre al final de ellas y cerró la puerta del
sótano, echando el cerrojo rabiosamente.
Sandro, es libre.
Salió de casa, cerró la puerta, comenzó a caminar durante horas, hasta que la luz del día le
miró.
Decidió tumbarse sobre la hierba, la mala hierba, se quedó largo tiempo observando la nada.
Una nada con nombre.
Reprodujo de nuevo, la sensación que experimentaba cuando dejaba sin vida un cuerpo.
Cualquier cuerpo. El deseo de matar era más grande que su deseo de vivir.
Los días no acompañaban y la soledad le llamó por su nombre.
A lo lejos en el frío de otoño, apareció una lechuza postrada en una rama seca de almendro. Le
miraba con sus ojos reptadores y su pico amenazante.
Él sin pensarlo dos veces, raptó del suelo una piedra y la lanzó ávidamente contra la rapaz. Ésta
saltó de un bote y acechó contra su cabeza con sus temibles garras, Sandro, luchó hasta
arrancársela de sus cabellos lisos y pobres. La maldijo hasta que la dejó tras de sí.
Tenía hambre, comenzó a recuperar el apetito, y buscó desesperadamente algún sitio donde
poder robar comida. Comer sin pedir permiso.
Como un animal herido, caminaba sin poder divisar en la lejanía nada parecido a un lugar
donde acudir, donde refugiarse del fresco de la noche y de los roedores.
Sabía que tarde o temprano se toparía con la vil realidad, con su propia conciencia. Le
buscaban y sería una presa fácil de capturar.
Sus proyectos de huída, de vivir como su padre lo hizo, le abandonaron, ahora solo quería
sobrevivir.
Se sentó en una piedra gruesa del camino, las piernas le temblaban, estaba muerto de
cansancio. Una fila de hormigas surtían de un volcán de tierra, Sandro, mojó de saliva su dedo
índice y comenzó una por una a engullirlas, sin saborearlas, sin pensarlas, sin sal...
Un sonido sordo, se escuchaba a lo lejos, se semejaba a un ejército de caballos galopando la
corteza terrestre. Se escondió tras la roca, el sonido se agudizaba. Ya estaba muy cerca.
Un hombre y un caballo, se pararon justo a la altura de la roca. El hombre, se acercó a la roca,
vió que algo se movía. Sacó de su fajín una escopeta, apuntó y disparó.
Algo calló, algo grande y pesado, el hombre curioso, se acercó y vió al joven Sandro vomitar
sangre de su destrozada boca. Murió.
El hombre lo cargó en su caballo, lo achuchó y le dijo:
- Venga Centella!!! A casa!! Corre!!!
El caballo, salió disparado.
En la casa de Perinetra, mi compañera de clase, hay un tigre disecado con ojos humanos. Dicen
que es lo único que pudieron aprovechar de un pobre animal moribundo que su papá encontró
una tarde de otoño tras la “Roca del fin”.





ARRUILLO


HOMBRE PEGADO A MÓVIL



Se levantó por la mañana y notó algo extraño en la oreja; como aún no estaba bien despierto, no tuvo fuerzas para mirarse al espejo, así que encaminó sus pasos a la cocina, preparó la cafetera y mientras templaba la leche en el microondas, se acordó que tenía que llamarla. Puso la cafetera y preparó la tostadora, descolgó el teléfono pero no se acordaba del número: necesitaba el móvil para mirar en la agenda; el microondas emitió un pitido, volvió a darle, colocó la rebanada de pan, se fue al salón a buscar el móvil, olía a café recién hervido; no aparecía el móvil, se fue a la salita y desfondó el sofá; la tostadora lanzó las rebanadas de pan en la encimera, en la cocina olía a café requemado, volvió al dormitorio y buscó entre las sábanas y el edredón; se le estaba pasando el hambre. Se fue a la ducha y escuchó un fuerte chasquido como de explosión, abrió el grifo pero reaccionó rápido y corrió a la cocina: cortó directamente el térmico del cuadro eléctrico, cerró el grifo de la ducha y volvió a meterse en la cama tapándose la cabeza con un cojín; en ese momento sonó el móvil, se activó el reconocimiento de voz y allí estaba ella. Por fin sus músculos encontraron laxitud.




AITOR MARÍN CORRECHER

EL EXILIO DE LA LUZ


Te vas,

y en la ciudad llueven cristales,

se levanta un aire de alfileres

helados. Se funden todas las luces,

de todas las calles de alquitrán

y fantasmas del silencio.


Los charcos cortan.


Yo voy descalzo,

convencido

de que nada

puede causarme más dolor

que ver como eres ya

un rostro de vapor detenido

en la memoria,

un rumor de lluvia perpetua,

un punto de fuga

en el horizonte de ceniza.


Y pensar que abrazados

en una esquina del tiempo

fuimos, una vez, sólo luz.

ANA PATRICIA MOYA


E L S Ú P E R H O M B R E

Menos mal que el guión es repetitivo: llego a casa del semental, suelto la típica excusa, me quita la ropa, me soba las tetas, se la chupo, me penetra, me encula y al final, se corre en mi jeta. No tengo talento como actriz – estudié Filosofía y Letras -, pero follo de maravilla: eso es lo realmente importante de la profesión pornográfica. Después de dos horas de duro trabajo, toca descansar porque tengo el culo y el coño escocidos: me ducho con agua calentita, me pongo mi albornoz, me siento en mi cómoda silla e intento relajarme leyendo a Nietzsche. Mis compañeros de rodaje se parten el culo de risa cuando me ven con el tocho en las manos, y el director de esta película de muy bajo presupuesto, mi jefe de hoy, me dice que no debería creerme esas comeduras de coco, pero es que a mí me encanta el pensamiento del alemán loco. Retomo la lectura en las páginas sobre el asunto del súper hombre. Y, joder, que gran razón tenía Nietzsche. El súper hombre no es ninguno de estos tíos de increíbles músculos tatuados y enormes pollas. El súper hombre es mi padre: el pobrecito tiene que aguantar que su única hija trabaje de profesional del porno para poder pagar la puta hipoteca de ese miserable piso en el que vive toda mi familia.

ROSA MARÍA GARCÍA BARJA

AMORES DOMÉSTICOS

Llamarle amor me parece exagerado, pero sería injusto si te digo que me es indiferente.
Al fin y al cabo nadie ha compartido mis horas, ni oído mis soliloquios, mis quejas o mis silencios con más neutralidad que ella.
Nadie tan cercano a mi mano ha sabido permanecer firme a pesar de los cambios de mi piel, a veces tirana y fría, a veces mendigando calor.
Mañanas extrañas hasta conocernos, hasta entregarnos de parte a parte sin horarios, hasta sentirnos dueñas en territorios olvidados.
Incluso cuando me sentí repudiada por el espejo, la tuve.
Hoy, mientras hacía los trámites por teléfono con el ayuntamiento y acordaba la hora y el lugar de recogida, cuando ya creí que sería fácil sustituirla, sin el menor asomo de dolor, la empezamos a echar de menos mis rincones y yo, creando un nudo de arraigo exageradamente prieto.
Ya, ya se que le es indiferente si me pinto o no, los labios, si el color de mis zapatos van a juego con el bolso, que le da igual también si la dejo marchar desnuda o envuelta con lazos de colores, que por otra parte, siendo una idea descabellada, es lo que me apetecería hacer…
Definitivamente no se que aconsejará el protocolo para estos casos. No, no se que ponerme que haga juego con mis ojeras.
Estoy oscuramente guapa.
No quiero desentonar para asistir al entierro de…
Mi vieja fregona.

CARLOS ALMONTE


LOS PESCADORES RECORREN CON LA VISTA




La isla desmorona en quietos intervalos.
Los remolinos en el agua ahogan una cantinela que,
como si la hubiera escrito un vidente anciano,
alude hermetismo y final.

Virgen milagrosamente otra vez
por la virtud absolutoria del sueño;
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige;
me darás esa orilla de tu vida que no tienes.
Divisaré esa playa y te veré
por vez primera, quizá, como Dios ha de verte,
desbaratada por el tiempo y la ficción.
Sin el amor, sin nadie, sin mí.

Y las tormentas
y las iluminaciones del francés errante
y las alegorías y los llantos
y las caricias y los besos
y los recuerdos y gaviotas
y los lobos en la playa
y las aves incontables...

Todo cae, lentamente,
disgregándose en porciones leves y constantes.


JAVIER MONTORO


escalada

hoy puede que el hambre avance
desde tu estómago
y se abra camino en tu tráquea
y espere desnuda
a que se ubique el silencio
en este rincón donde espero
una palabra

un gesto

un guiño

o mi muerte

sentado
descubro
la verdad y la bilis
un cóctel a partes iguales
tu mano en mi poema
y una tarde de viernes
adulterada

mientras el hambre
lucha
escala
mi boca
la cima
el miedo
frío


yo estoy tranquilo:

tu afonía
convierte las montañas
en precipicios


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