EL EXILIO DE LA LUZ
Te vas,
y en la ciudad llueven cristales,
se levanta un aire de alfileres
helados. Se funden todas las luces,
de todas las calles de alquitrán
y fantasmas del silencio.
Los charcos cortan.
Yo voy descalzo,
convencido
de que nada
puede causarme más dolor
que ver como eres ya
un rostro de vapor detenido
en la memoria,
un rumor de lluvia perpetua,
un punto de fuga
en el horizonte de ceniza.
Y pensar que abrazados
en una esquina del tiempo
fuimos, una vez, sólo luz.
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